PSICÓLOGA CLÍNICA
La población infanto-juvenil se encuentra en una etapa crucial de desarrollo, caracterizada por la exploración emocional y la formación de la identidad. Durante este período, los niños, niñas y adolescentes a menudo carecen de las habilidades adecuadas para gestionar de manera saludable las intensas emociones que experimentan. Esta vulnerabilidad emocional puede llevar a algunos jóvenes a involucrarse en conductas de riesgo o autolesiones como formas erróneas de manejar su malestar interno.
Es por esto que se vuelve fundamental comprender los desafíos únicos que enfrentan los jóvenes en esta fase de la vida, ya que esto nos permite adoptar enfoques más efectivos para la prevención y el apoyo e intervención temprana.
Las conductas de riesgo son aquellas acciones que pueden resultar en consecuencias nocivas (Rosabal, Romero, Gaquín y Hernández, 2015), siendo acciones que aumentan la probabilidad de daño físico y/o psicológico, pudiendo poner en peligro la salud y el bienestar de los niños, niñas y adolescentes. Entre ellas se encuentran:
🔹Consumo de alcohol y drogas
🔹Conductas sexuales de riesgo
🔹Participación en actividades ilegales
🔹Cortarse la piel
🔹Golpearse
🔹Arañarse
🔹Quemarse
🔹Pellizcarse
🔹Rascarse excesivamente
Entre otros
Por lo general, se realizan con el objetivo de reducir el malestar emocional a través de infligir a sí mismos/as dolor físico. Tal como afirman Gutierrez, Rodríguez y Moreno (2019), en adolescentes, las autolesiones no suicidas se presentan como estrategias de regulación emocional en las que se encubre su dolor emocional; siendo considerada una estrategia desadaptativa. De esta forma, puede utilizarse también como forma de demostrar públicamente el sufrimiento interno.
Por otro lado, también puede utilizarse la autoagresión para asumir un control sobre situaciones que sobrepasan a la persona. Ante una necesidad de sentir control, lo único controlable termina siendo el propio cuerpo y lo que se hace con él. Ahora, también pueden asociarse a sentimientos de vacío crónico, como una forma de hacerles sentir “vivos/as”.
Factores individuales:
🔹Problemas emocionales (como depresión, ansiedad, trastorno límite de la personalidad, problemas de autoestima, entre otros)
🔹Antecedentes de trastornos mentales y/o autolesiones en la familia
Factores sociales y ambientales:
🔹Conflictos familiares, negligencia y/o abuso
🔹Problemas en la escuela, como bullying y/o bajo rendimiento académico
🔹Influencias sociales, como presión de grupo
🔹Influencia de redes sociales y/o medios de comunicación
Es importante que los padres estén atentos si sus hijos/as presentan las siguientes señales de alerta:
🔹Cambios drásticos en su comportamiento o estado de ánimo
🔹Aislamiento social
🔹Marcas o heridas inexplicables en el cuerpo
🔹Uso excesivo de ropa que cubra la piel, cubriendo su cuerpo aunque haga calor
🔹Expresiones de desesperanza sobre la vida
Hay varias acciones que se pueden tomar para enfrentar esta situación, tales como:
En conclusión, abordar las conductas de riesgo y autolesiones en niños, niñas y adolescentes representa un desafío complejo que requiere comprensión, paciencia y apoyo continuo. Es fundamental aumentar la conciencia pública, fortalecer la educación sobre salud mental desde edades tempranas y asignar recursos adecuados para hacer frente a estas problemáticas de manera efectiva.
Por otro lado, es importante destacar que, según Espinoza (2024), existe una correlación significativa entre la conducta autolesiva y el riesgo suicida: a mayor frecuencia de autolesiones, mayor es el riesgo de suicidio. Por lo tanto, la prevención precoz y el apoyo temprano son fundamentales para mitigar estos riesgos.
Los padres y cuidadores desempeñan un papel crucial en la prevención y tratamiento de estas conductas. Con orientación adecuada, pueden ser un apoyo invaluable para sus hijos e hijas, ayudándolos a superar estas dificultades y desarrollar habilidades sólidas para una vida saludable y segura.