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El desarrollo psicológico de los niños y adolescentes es un proceso delicado que requiere un acompañamiento experto y sensible. Cada etapa del crecimiento presenta desafíos únicos, desde la infancia hasta la adolescencia, que pueden impactar el bienestar emocional y mental de nuestros hijos. Estos momentos clave, aunque naturales, a veces desencadenan comportamientos y emociones que requieren atención profesional para ser comprendidos y gestionados adecuadamente.
En Subjetivamente, contamos con un área especializada en psicología infantil en Viña del Mar, donde un equipo de profesionales altamente capacitados trabaja para brindar la mejor atención posible. Lo que nos distingue es nuestro enfoque multisistémico, respaldado por la supervisión clínica constante de cada caso por parte de nuestro equipo. Esta supervisión asegura que cada intervención sea analizada desde diversas perspectivas, garantizando un abordaje integral y adaptado a las necesidades particulares de cada niño o adolescente. En nuestro centro, la colaboración y el conocimiento compartido son fundamentales para ofrecer un tratamiento que realmente haga la diferencia en la vida de nuestros jóvenes pacientes y sus familias.
En SUBJETIVAMENTE hemos preparado esta guía para padres, familiares y cuidadores que desean apoyar a niños y adolescentes que enfrentan diversas situaciones o malestares. Es común que, ante eventos en el hogar, la escuela u otros entornos, surja la idea de que acudir a una psicóloga infantil en Viña del Mar podría ser beneficiosa. Sin embargo, muchas veces no se tiene claridad sobre el propósito de la terapia, sus beneficios o qué esperar durante el proceso.
Estas incertidumbres pueden generar expectativas específicas que, aunque no siempre conscientes, influyen en la percepción del proceso terapéutico. Por ejemplo:
Deseo de resultados inmediatos: Una madre podría desear una mejora inmediata en su hija tras la primera sesión.
Búsqueda de validación externa: Una tía podría buscar un informe que respalde su capacidad para cuidar al niño en lugar de su núcleo familiar.
Estas situaciones ilustran cómo las ideas preconcebidas pueden afectar la experiencia con la terapia, especialmente cuando quienes las tienen no son los directamente tratados, sino los responsables de menores de edad.
Objetivos de esta Guía
Para abordar estas inquietudes y facilitar una comprensión más clara del proceso terapéutico, esta guía se ha estructurado de la siguiente manera:
Desarrollo Infantil y Adolescente: Exploraremos los temas y desafíos comunes en cada etapa del crecimiento que suelen llevar a la consulta terapéutica. Esto incluirá hitos característicos y aspectos subjetivos relevantes del paciente.
El Proceso Terapéutico: Detallaremos en qué consiste la terapia, las evidencias científicas que la respaldan y cómo se adapta a las necesidades individuales de cada niño o adolescente.
Esperamos que esta guía sirva como una herramienta valiosa para comprender y apoyar mejor a los jóvenes en su camino hacia el bienestar emocional.
La infancia ha sido un tema de profundo estudio para numerosos autores, quienes han reflexionado sobre las diferentes etapas de desarrollo en la niñez. Si bien no es posible establecer con exactitud cuándo un niño deja de serlo, existen estimaciones que nos ayudan a comprender este proceso.
Desde el nacimiento hasta aproximadamente los dos o tres años, se habla de la primera infancia. Durante esta etapa, el bebé, que luego se convierte en un niño pequeño (conocido en inglés como toddler), es altamente receptivo a su entorno, absorbiendo todo a través de la interacción con sus cuidadores. A partir de los cuatro años y hasta alrededor de los once, el niño o niña comienza a manifestar cada vez más su propia subjetividad. Es en esta fase donde suelen surgir las inquietudes que llevan a los padres a considerar una evaluación psicológica.
Las razones por las cuales un niño puede necesitar acudir a terapia son diversas y multifacéticas. En la mayoría de los casos, la preocupación inicial proviene de un cambio en el comportamiento o en el bienestar del niño, lo que genera una inquietud en los padres, familiares, o incluso en instituciones educativas. En psicología, esta inquietud se denomina «demanda». En el contexto de la infancia, es común que la demanda provenga de los adultos cercanos al niño, ya que es raro que el pequeño exprese por sí mismo la necesidad de ayuda.
Pero, ¿qué situaciones pueden generar preocupación? Estas son variadas, pero a menudo están asociadas a cambios que alteran el funcionamiento diario del niño. Los cambios pueden ser evidentes o sutiles, pero es la respuesta del niño a estos cambios lo que puede señalar la necesidad de intervención.
Identificar y entender estas señales es esencial para brindar el apoyo adecuado en el momento oportuno.
Como mencionábamos anteriormente, los niños pueden reaccionar de diferentes maneras ante situaciones nuevas, generalmente relacionadas con un cambio o con algo que ha dejado de funcionar en su entorno. El objetivo de esta guía es ofrecer una orientación que pueda ser útil para padres y madres que se encuentran enfrentando situaciones difíciles de manejar.
A diferencia de los adultos, los niños a menudo expresan sus malestares no solo a través de palabras, sino también mediante su comportamiento o incluso con síntomas físicos. Esto puede hacer que la detección del conflicto por parte de un profesional de la psicología tome más tiempo. Por ejemplo, un problema puede parecer inicialmente de origen biológico, lo que podría llevar a los padres a pensar que es necesario acudir primero a un médico. Si bien en algunos casos esto es un paso importante para entender qué está sucediendo, no siempre es la única solución.
Consideremos un ejemplo hipotético: un niño de seis años comienza a mojar la cama por las noches (enuresis), algo que sus padres encuentran muy extraño ya que creían que esta etapa estaba superada. Inmediatamente, los padres pueden preguntarse si existe algún problema orgánico que esté afectando el sistema urinario de su hijo, por lo que deciden consultar a un médico. A pesar de que los exámenes muestran que todo está bien, la situación persiste.
En este punto de incertidumbre, invitamos a los padres, tutores y/o cuidadores a considerar la posibilidad de acudir a un psicólogo para observar y analizar detenidamente la situación. Cuando las respuestas habituales no han dado los resultados esperados, es importante evaluar con mayor detalle qué está ocurriendo.
Continuando con el ejemplo, imaginemos que el niño se llama Juan y su padre Pedro decide llevarlo a una consulta en el centro psicológico Subjetivamente. Durante la sesión, Pedro comenta que su hijo ha estado experimentando algunos cambios: está más sensible y ha comenzado a mojar la cama. El psicólogo o psicóloga, entonces, indaga en los factores recientes que podrían estar influyendo en la vida de Juan y su familia.
Pedro cuenta que recientemente se mudaron a una casa nueva, un lugar más amplio y con un patio, lo cual emocionaba mucho a Juan, especialmente porque le gusta jugar al fútbol. Antes vivían en un departamento pequeño, donde no había mucho espacio y compartían el dormitorio principal. Ahora, cada uno tiene su propio espacio y duermen más cómodos.
A medida que la conversación avanza, el psicólogo o psicóloga pregunta a Pedro cómo se abordó el tema de la mudanza y el hecho de que Juan comenzara a dormir solo en su nueva habitación. Pedro, sorprendido por la pregunta, responde que no consideró necesario abordarlo en profundidad, ya que pensaba que «Juan ya estaba en edad para dormir solo» y que el cambio era, en su opinión, para mejor.
En el ejemplo anterior, observamos que, a menudo, se pueden obviar ciertos aspectos de la vida de un niño al considerarlos como parte de las normativas o etapas propias del desarrollo. Sin embargo, cada caso es único y, por lo tanto, es esencial tomar en cuenta el contexto particular del niño. Aunque existen hitos que son comunes en cada etapa, también es necesario preguntarse cómo acompañar adecuadamente a un niño en cada uno de estos hitos.
Volvamos al caso de Juan como ejemplo. Se podría pensar que dormir solo a los seis años es algo normal y que el niño debería asimilar esta separación de sus padres de manera natural. Sin embargo, en la situación de Juan, hay una pérdida que, aunque no sea percibida como tal por su familia, es significativa para él. Juan estaba acostumbrado a una dinámica en la que encontraba seguridad al dormir junto a sus padres, en un espacio de calor y cariño. Ahora, esa sensación de seguridad se ha visto alterada, y se enfrenta al desafío de dormir solo por primera vez en un entorno completamente nuevo debido a la mudanza.
Aunque un mismo evento puede ser interpretado de muchas maneras diferentes, como vimos en la percepción de Pedro sobre la experiencia de Juan, es crucial que como padres y cuidadores se dé espacio para escuchar cómo el niño entendió y experimentó el cambio. Esto es fundamental para abordar la aparición de los síntomas.
Síntomas comunes en los niños:
Los síntomas en los niños pueden manifestarse de diversas formas. Algunos de los más comunes son:
Idealmente, el objetivo es que un niño o niña no llegue al punto en el que presente estos síntomas. Esto implica la necesidad de identificar y reconocer el estado mental y físico del niño desde el principio. Pero, ¿qué significa identificar y reconocer? Principalmente, implica ser conscientes del momento vital en el que se encuentra el niño, dentro de su contexto y considerando su subjetividad (su carácter, personalidad, etc.).
Reconocer lo que está ocurriendo en la vida de un niño, y también en la propia, requiere hacer preguntas tanto en lo cotidiano como en lo más profundo. Continuando con el ejemplo de Juan, podría plantearse de la siguiente manera: ¿Cómo se estará sintiendo Juan? ¿Cuál es la mejor manera de manejar este cambio? ¿Sería útil verbalizar el proceso para que él sepa lo que estamos haciendo? ¿Entiende Juan los pasos que seguimos respecto a la mudanza? Quizás sea bueno anticiparse y hablar con él sobre lo que está sintiendo y lo que podría sentir.
Lo fundamental aquí es hacer preguntas para evitar suposiciones y prevenir posibles daños. De esta manera, se propone una forma de prevenir la aparición de síntomas. Pero, ¿qué hacer cuando los síntomas ya están presentes?
Cuando se trata de un cambio o de algo que puede abordarse desde la psicología, es fundamental identificar el momento en que los síntomas comenzaron a aparecer. Entender cuándo sucedieron permite ubicar el malestar en un punto específico en el tiempo y el espacio. El síntoma, o malestar, casi siempre genera caos y sorpresa, por lo que es necesario ir ordenando la situación con un enfoque casi detectivesco. Una vez que se ha identificado un punto de partida, es recomendable volver al ejercicio de hacerse preguntas: ¿Por qué este cambio afectó a Juan? ¿Habrá sido algo relacionado con el colegio? ¿Podría ser que no le guste este nuevo lugar?
Una vez que se llega a una hipótesis que tenga sentido para la familia, es hora de actuar y considerar si es necesario pausar, replantear y redirigir la situación.
En el caso de Juan, sus padres podrían conversar entre ellos y decir: «Me parece que esto comenzó porque Juan ya no duerme con nosotros. De alguna forma, esto podría haberle afectado. ¿Te parece si nos turnamos para acompañarlo a dormir en su pieza por las noches?», sugiere la madre, Andrea. «Quizás podríamos invitarlo a dormir con nosotros los viernes para ver una película, si eso le ayuda con la separación del sueño», añade Pedro. Lo importante en este ejercicio es el cuestionamiento, la preocupación y el cuidado por la subjetividad del niño, en este caso, Juan.
En terapia, se revisa qué ha pasado, qué se ha hecho, qué ha funcionado, qué no ha funcionado, qué aparece en el juego y otras dinámicas que hacen de la psicología una profesión donde el cuestionamiento es clave. La atención en estos detalles y la constante reflexión permiten acompañar al niño en su proceso de manera más consciente y efectiva.
El proceso terapéutico es un camino de autodescubrimiento y crecimiento que se adapta a las necesidades únicas de cada niño o adolescente. En esta sección, exploraremos en qué consiste la terapia, las bases científicas que la respaldan, y cómo se personaliza para abordar las particularidades de cada paciente joven.
La terapia psicológica es un proceso colaborativo en el que el terapeuta y el paciente trabajan juntos para explorar y resolver dificultades emocionales, conductuales, o de desarrollo. En el contexto infantil y adolescente, este proceso también involucra, en la mayoría de los casos, a los padres o cuidadores, quienes desempeñan un papel crucial en el acompañamiento del niño.
Este proceso no es lineal; está lleno de altibajos, momentos de avance y retroceso, y, sobre todo, de aprendizaje constante. Es importante destacar que el objetivo de la terapia no es simplemente eliminar los síntomas, sino ayudar al niño o adolescente a desarrollar herramientas para comprender y manejar sus emociones, conductas, y relaciones de manera más efectiva y saludable.
El tratamiento psicológico para niños y adolescentes está fundamentado en una sólida base de investigación científica. Diversos enfoques terapéuticos han demostrado ser eficaces en el tratamiento de una amplia gama de problemas emocionales y conductuales. Algunos de los enfoques más utilizados incluyen:
1. Terapia Cognitivo-Conductual (TCC): Este enfoque se centra en identificar y modificar patrones de pensamiento y comportamiento que contribuyen a las dificultades emocionales del niño o adolescente. La TCC ha mostrado ser particularmente efectiva en el tratamiento de trastornos de ansiedad, depresión, y problemas de conducta.
2. Terapia Psicodinámica: Este enfoque explora las influencias inconscientes y las experiencias tempranas que pueden estar afectando el comportamiento actual del niño. A través del juego y la conversación, el terapeuta ayuda al niño a expresar y trabajar con sus emociones más profundas, permitiéndole comprender y manejar mejor sus sentimientos.
3. Terapia Sistémica: Este enfoque considera al niño o adolescente dentro del contexto de su sistema familiar. Los problemas emocionales y conductuales se ven como reflejos de las dinámicas familiares, y el tratamiento implica trabajar con toda la familia para promover el cambio y la salud emocional.
4. Terapia de Juego: En los niños más pequeños, el juego es una forma natural de expresar emociones y resolver conflictos internos. La terapia de juego utiliza esta capacidad innata para ayudar al niño a procesar sus sentimientos y desarrollar nuevas formas de afrontar sus desafíos.
Cada niño o adolescente es único, y la terapia debe adaptarse a sus necesidades específicas. Aquí es donde entra en juego la subjetividad del paciente, un concepto clave en el enfoque terapéutico que considera al individuo en su totalidad: su personalidad, historia, entorno, y contexto actual.
Evaluación Inicial: El proceso terapéutico comienza con una evaluación exhaustiva que permite al terapeuta comprender las preocupaciones y necesidades del niño o adolescente. Esta evaluación incluye entrevistas con los padres y el niño, cuestionarios, y, en algunos casos, observación del comportamiento en diferentes contextos.
Establecimiento de Objetivos: Con base en la evaluación, el terapeuta y la familia establecen objetivos claros para la terapia. Estos objetivos pueden incluir la mejora de la autoestima, la reducción de la ansiedad, o el desarrollo de habilidades sociales, entre otros. Es fundamental que estos objetivos sean realistas y alcanzables, y que se revisen y ajusten a lo largo del proceso.
Intervenciones Personalizadas: El terapeuta selecciona las intervenciones más adecuadas según las necesidades y características del niño o adolescente. Por ejemplo, un niño que tiene dificultades para expresar sus emociones verbalmente puede beneficiarse de la terapia de juego, mientras que un adolescente que lucha con pensamientos negativos recurrentes puede encontrar útil la Terapia Cognitivo-Conductual.
Participación de los Padres: En muchos casos, la participación activa de los padres es crucial para el éxito del proceso terapéutico. Esto puede implicar la asistencia a sesiones conjuntas, la implementación de estrategias en el hogar, o simplemente brindar apoyo emocional al niño mientras avanza en su terapia. Los padres también pueden necesitar orientación sobre cómo manejar sus propias emociones y expectativas durante el proceso.
Monitoreo y Revisión: El proceso terapéutico incluye una revisión regular del progreso del niño o adolescente. Esto permite ajustar las intervenciones según sea necesario y asegurar que la terapia sigue siendo efectiva y relevante para las necesidades cambiantes del paciente.
Un elemento crucial del proceso terapéutico es la relación entre el terapeuta y el niño o adolescente. Esta relación se basa en la confianza, la empatía, y el respeto mutuo. Es a través de esta conexión que el paciente se siente seguro para explorar sus pensamientos y emociones más íntimos, y es en este espacio seguro donde puede comenzar el verdadero trabajo terapéutico.
Es importante que el niño o adolescente sienta que el terapeuta está ahí para escuchar sin juzgar, para acompañar sin presionar, y para apoyar sin imponer. Esta relación es, en muchos sentidos, el motor que impulsa el proceso terapéutico y que permite que el niño o adolescente crezca y se desarrolle emocionalmente.
El bienestar emocional y psicológico de nuestros niños y adolescentes es un aspecto crucial de su desarrollo integral. Como hemos explorado en esta guía, el acompañamiento en cada etapa de su crecimiento, la identificación temprana de síntomas, y un proceso terapéutico adaptado a sus necesidades específicas, son elementos esenciales para apoyar su salud mental. La psicología infantil y adolescente en Viña del Mar no solo se enfoca en resolver dificultades actuales, sino en construir un cimiento sólido para que puedan enfrentar los desafíos futuros con resiliencia y seguridad.
En Subjetivamente, entendemos que cada niño y adolescente es único, con su propio mundo interno, sus propias emociones, y su propio ritmo de crecimiento. Por eso, nuestra aproximación está centrada en el paciente, combinando un enfoque subjetivista respaldado por la ciencia con una atención empática y personalizada. Contamos con un equipo de profesionales altamente capacitados, con formación reconocida y experiencia en diversas áreas de la psicología infantil y adolescente, listos para acompañar a tu hijo o hija en su proceso de desarrollo.
Es natural que, como padres o cuidadores, surjan preguntas, preocupaciones, y el deseo de brindar el mejor apoyo posible a quienes más amamos. Si sientes que tu hijo o hija podría beneficiarse de un espacio seguro donde explorar y superar sus desafíos emocionales o conductuales, te invitamos a dar el siguiente paso.
No estás solo en este camino. Nuestras terapeutas están aquí para ofrecer la guía, el apoyo, y las herramientas necesarias para ayudar a tu hijo o hija a prosperar. Te animamos a solicitar una sesión con uno de nuestros especialistas, quienes podrán evaluar la situación y ofrecerte un plan terapéutico adaptado a las necesidades de tu hijo. Al hacerlo, estarás tomando una decisión crucial para su bienestar y para el fortalecimiento de su futuro.
Para agendar una cita o recibir más información sobre nuestros servicios, puedes contactarnos a través de nuestra página web, redes sociales, o directamente en nuestro centro. Estamos aquí para ayudarte a ti y a tu familia en cada paso del camino.
La salud mental de tu hijo es una prioridad. En Subjetivamente, nos dedicamos a brindarle el apoyo que necesita para florecer.
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