Reproducimos una entrevista que le realizaron a Johann Hari, quien es autor de «Conexiones Perdidas», un libro que examina la causa subyacente de la adicción, la depresión y la soledad, argumentando que estos problemas son en gran parte resultado de la falta de conexiones humanas significativas en nuestras vidas. El autor viaja por el mundo para entrevistar a expertos en el campo de la salud mental y explorar alternativas a los tratamientos convencionales, como la terapia de comunidad y la terapia conecitva. En resumen, el libro defiende la idea de que para solucionar problemas emocionales y psicológicos, debemos reconstruir nuestras conexiones sociales y emocionales.
El escritor y periodista Johann Hari sufrió depresión desde niño y empezó a tomar antidepresivos cuando era adolescente. El médico le dijo que la causa de su tristeza profunda era un desequilibrio químico en su cerebro que se podía tratar con fármacos. «Entonces me dio un antidepresivo y me sentí mucho mejor por un tiempo, recibí un impulso genuino. Pero luego volvió la depresión. Así que me administraron dosis cada vez más altas. Durante 13 años tomé la dosis máxima posible. Sin embargo, todavía sentía mucha angustia. Comencé a preguntarme: ‘si estoy haciendo todo lo que me dicen que haga, ¿por qué todavía me siento así?'», nos cuenta Hari.
En busca de respuestas a esta pregunta, Hari terminó haciendo un viaje de 65.000 kilómetros. Entrevistó a los principales expertos científicos y a personas que han sufrido depresión en todas las partes del mundo y recogió los resultados de su investigación en un libro, Conexiones perdidas (Ed. Capitan Swing), que ya se ha convertido en un best seller internacional. En él el escritor nos descubre que hay evidencia científica de nueve factores que conducen a la depresión. Y lo más importante, según Johann Hari, «que la mayoría de los factores que han demostrado causar depresión y ansiedad no están en nuestra biología».
–Nos puede poner un ejemplo…
–Por ejemplo, si estás realmente solo, es mucho más probable que te deprimas. Si estás controlado en el trabajo, es mucho más probable que te deprimas. Si no interactúas con el mundo natural, es mucho más probable que te deprimas. Estos son factores que tienen que ver con la forma en que vivimos y, una vez que los comprendemos, se abre un conjunto muy diferente de soluciones que deberían ofrecerse junto con la opción de los medicamentos.
Todos sabemos que tenemos necesidades físicas naturales. Obviamente, necesitamos comida, necesitamos refugio, necesitamos agua, necesitamos aire limpio… Si te quito esas cosas, estarías en problemas. Muy rápido. Pero existe evidencia igualmente sólida de que todos los seres humanos tenemos necesidades psicológicas naturales. Necesitamos sentir que pertenecemos. Necesitamos sentir que nuestra vida tiene sentido y propósito.
Esta cultura que hemos construido es buena en muchas cosas, pero cada vez somos menos buenos en satisfacer las profundas necesidades psicológicas subyacentes de las personas.
–Por eso los fármacos no fueron suficientes para tratar su depresión.
–La verdad sobre los antidepresivos químicos es bastante simple. Lo sabemos por los principales expertos en lugares como Harvard y Yale, y por la investigación que han realizado. La verdad es que los antidepresivos químicos brindan alivio a algunas personas, lo cual es de gran valor pero, lamentablemente, la mejor investigación a largo plazo –que se llama ensayo Star-D– muestra que la mayoría de las personas que los toman se deprimen nuevamente con el tiempo. Por sí solos, para la mayoría de las personas, no son suficientes para resolver el problema. La gente puede constatar esto a su alrededor.
Durante treinta años hemos estado prescribiendo más y más antidepresivos y, cada año, la depresión y la ansiedad han seguido aumentando.
–¿Y cree que atender a las necesidades psicológicas frenaría esta tendencia?
Esta forma diferente de pensar solo comenzó a encajar para mí el día que fui a ver a un sorprendente psiquiatra sudafricano llamado Dr. Derek Summerfield. Estaba en Camboya en 2001 cuando introdujeron por primera vez antidepresivos químicos para personas en ese país. Los médicos locales, los camboyanos, nunca habían oído hablar sobre estos fármacos y preguntaron qué eran. El Dr. Summerfield se lo explicó y ellos dijeron que no los necesitaban, que ya tenían antidepresivos. ¿Que querían decir? El médico pensó que le iban a hablar de algún remedio natural. En cambio, le contaron una historia.
–¿Qué le explicaron que resultó tan trascendental?
–Había un granjero en su comunidad que trabajaba en los campos de arroz y un día se paró en una mina terrestre y le volaron la pierna. Entonces le dieron una pierna artificial y, al cabo de un tiempo, volvió a trabajar en el campo. Pero resulta doloroso trabajar bajo el agua cuando tienes una pierna artificial. El granjero comenzó a llorar todo el día, se negó a levantarse de la cama… Desarrolló una depresión clásica.
Entonces fue cuando los médicos camboyanos le dieron su versión de antidepresivo. ¿Qué era? Se sentaron con él. Ellos lo escucharon. Se dieron cuenta de que su dolor tenía sentido: tenía una causa. Uno de ellos dijo: si le compramos una vaca podría dejar de trabajar en los campos de arroz y convertirse en un productor lechero, entonces no estaría en esta posición que lo está arruinando tanto. Decidieron comprarle la vaca. A las pocas semanas, su llanto cesó. Al cabo de un mes su depresión había desaparecido.
–¿Qué lectura podemos sacar de esta historia?
–Si te criaron para pensar en la depresión como a mí, si te dijeron que es solo un problema en tu cerebro, la historia puede parecer una broma de mal gusto: «Fui a mi médico a por un antidepresivo y ella me dio una vaca». Pero lo que esos médicos camboyanos sabían intuitivamente de esta anécdota es lo que el organismo médico líder en el mundo, la Organización Mundial de la Salud, ha estado tratando de decirnos durante años basándose en la mejor investigación: «Si estás deprimido, si estás ansioso, no eres débil. No estas loco. En general, no eres una máquina con piezas rotas. Eres un ser humano con necesidades insatisfechas.
Fíjese en lo que esos doctores camboyanos no dijeron. No dijeron: «Tienes que recuperarte». Dijeron lo contrario: «Estamos aquí para ayudarlo a lidiar con las causas de la depresión en su vida». Es lo que toda persona deprimida merece. Es por eso que el médico líder de las Naciones Unidas nos ha dicho que debemos centrarnos menos en los desequilibrios químicos y más en resolver los desequilibrios en la forma en que vivimos. Si bien los medicamentos pueden dar algo de alivio a algunas personas, necesitamos mucho más.
Precisamente porque este problema es mucho más profundo que nuestra biología, las soluciones también deben ser mucho más profundas.
Solo pude comenzar a cambiar mi vida cuando aprendí: «Tu depresión no es un problema técnico. Es una señal. Tu sufrimiento tiene sentido. Sientes esto por razones, y esas razones pueden ser tratadas». Me llevó mucho tiempo darme cuenta de esto pero el mensaje de los científicos se está volviendo cada vez más claro: necesitamos dejar de insultar estas señales y comenzar a escucharlas porque nos están diciendo algo que realmente necesitamos escuchar. Solo cuando comencemos a escuchar este dolor podremos ver las soluciones más profundas, las vacas, que nos esperan a nuestro alrededor.
–¿Logró entender el sentido de su dolor?
–Tuve una depresión bastante severa durante mucho tiempo, desde mi adolescencia. En mi caso había experimentado un abuso bastante severo de un adulto cuando era niño. Nunca quise pensar en esto o hablar de eso. Pero, en el proceso de escribir este libro, entrevisté a los principales expertos que han demostrado cómo el trauma infantil puede causar depresión (y todo tipo de otros problemas de adultos, como la obesidad y la adicción) y me enseñaron algo realmente importante que habían encontrado en su investigación: no es el abuso lo que te destruye sino la vergüenza del abuso.
Si puedes encontrar lugares seguros para liberar la vergüenza que siente, eso puede liberarte de tu depresión. Las personas que sufren abuso infantil a menudo internalizan la voz de su abusador: piensan que no merecen ser tratadas con amor y cuidado. Una conexión segura y amorosa que te ayuda a liberar tu vergüenza te permite liberar esas voces abusivas de tu mente. La evidencia muestra que reducir la vergüenza cura profundamente y reduce la depresión y ansiedad. Este dato es sorprendentemente esperanzador.
–A veces la causa de la depresión puede ser mucho menos evidente, como tener un trabajo que no nos gusta…
–Existe una fuerte evidencia de que los seres humanos necesitamos sentir que nuestras vidas tienen sentido, que estamos haciendo algo con un propósito que marca la diferencia. Es una necesidad psicológica natural. Pero entre 2011 y 2012, la empresa de encuestas Gallup realizó el estudio más detallado que se haya llevado a cabo sobre cómo se siente la gente acerca de lo que pasamos haciendo la mayor parte de nuestras vidas: nuestro trabajo remunerado. Descubrieron que el 13 por ciento de las personas dicen que están «comprometidas» en su trabajo; lo encuentran significativo y lo esperan con ansias. Alrededor del 63 por ciento dice que «no están comprometidas», lo que se define como «sonambulismo durante su jornada laboral». Y el 24 por ciento de las personas están «activamente desconectadas»: odian su trabajo.
Me di cuenta de que la mayoría de las personas deprimidas y ansiosas que conozco están dentro del 87 por ciento a las que no les gusta su trabajo. Así que comencé a investigar para ver si hay alguna evidencia de si esto podría estar relacionado con la depresión. Resultó que en la década de 1970 un científico australiano llamado Michael Marmott había logrado un gran avance al intentar responder esta pregunta: ¿Quién tiene más probabilidades de sufrir un ataque cardíaco relacionado con el estrés el gran jefe en la cima de una empresa o alguien debajo de él?
Todos le dijeron: «Estás perdiendo el tiempo. Obviamente, el jefe estará más estresado porque tiene más responsabilidad». Pero cuando Michael publicó sus resultados, reveló que la verdad era exactamente la contraria: cuanto más bajo está un empleado en la jerarquía, mayores son sus niveles de estrés y su probabilidad de sufrir un ataque cardíaco. Ahora quería saber por qué. Y la respuesta es que los humanos tenemos una necesidad innata de sentir que lo que estamos haciendo, día a día, es significativo. Cuando estás controlado no puedes crear significado a partir de tu trabajo.
De repente, la depresión de muchos de mis amigos, incluso la de aquellos que tenían trabajos sofisticados, que pasan la mayor parte de sus horas de vigilia sintiéndose controlados y no apreciados, comenzó a no parecer un problema relacionado con sus cerebros, sino un problema con su entorno. Aprendí que hay muchas causas de depresión como esta.
–Dice que la soledad es otra de estas causas…
Uno de mis héroes es un médico llamado Sam Everington. Es médico general en una parte pobre del este de Londres. En un determinado momento se dio cuenta de que estaba realmente incómodo. Tenía un montón de pacientes que acudían a él con depresión y, aunque no se oponía a los antidepresivos químicos, se dio cuenta de que no estaban resolviendo los problemas de muchos de ellos. Entonces, un día, decidió probar algo diferente.
Una mujer llamada Lisa Cunningham, que más tarde pude conocer, llegó a su oficina. Lisa había estado encerrada en su casa con depresión y ansiedad paralizantes durante siete años. Apenas había salido de su casa. Sam le dijo: «No te preocupes, seguiré dándote estos fármacos. Pero también voy a prescribirte algo más».
Había un terreno lleno de matorrales tras los consultorios médicos. Sam le dijo a Lisa: «Te propongo que vengas unas cuantas veces a la semana y te reúnas con un grupo de otras personas deprimidas para encontrar algo significativo que poder hacer juntos».
La primera vez que el grupo se reunió, Lisa estaba literalmente enferma físicamente. Pero el grupo comenzó a hablar. Le preguntaron: «¿qué podemos hacer?». Decidieron que iban a construir un jardín. Estas eran personas del centro de Londres (como yo) y no sabían nada sobre jardinería. Entonces comenzaron a leer libros, a ver vídeos. Comenzaron a meter los dedos en el suelo. Comenzaron a aprender los ritmos de las estaciones. Existe mucha evidencia científica de que la exposición al mundo natural es un antidepresivo realmente poderoso.
Pero comenzaron a hacer algo aún más importante: comenzaron a formar una tribu. Comenzaron a formar un grupo. Comenzaron a preocuparse el uno por el otro. Si uno de ellos no apareciera, iría a buscarlos.
Cuando conocí a Lisa me lo dijo: «Cuando el jardín comenzó a florecer, nosotros comenzamos a florecer». Este enfoque se llama prescripción social y cada vez hay más estudios que muestran que produce descensos sustanciales en la depresión y la ansiedad. Y esto fue algo que vi en todo el mundo donde investigué esto, desde San Francisco hasta Sydney y Sao Paulo: las estrategias más efectivas para lidiar con la depresión y la ansiedad son las que abordan las razones por las que nos sentimos así.
–¿Deberíamos volver a vivir en tribu?
–Pasé mucho tiempo hablando con un hombre llamado Profesor John Cacioppo en Chicago, que era el experto líder en el mundo en soledad. Él me preguntó: «¿Por qué existimos todos los que estamos en esta sala?» Una razón es que nuestros antepasados en las sabanas de África eran realmente buenos que nosotros en una cosa. No eran más grandes que los animales que derribaron; no eran más rápidos que los animales que derribaron; pero eran mucho mejores para unirse en grupos y cooperar.
Somos los primeros humanos en tratar de disolver nuestras tribus. Somos la sociedad más solitaria de la historia humana. Un estudio reciente preguntó a los estadounidenses: «¿Cuántas personas lo conocen bien?». La mitad de ellos dijo: nadie. Este dato no es tan malo en España, pero está empeorando.
–Entonces, ¿cómo nos influye vivir en una sociedad cada vez más individualizada?
–Una de las formas por las que llegué a comprender esto fue cuando entrevisté a una persona interesante llamada Dr. Brett Ford. Hizo un estudio realmente simple pero interesante. Y lo que descubrió fue algo que al principio parece realmente extraño: en general, en los Estados Unidos, si intentas hacerte conscientemente más feliz, no consigues ser más feliz. Sin embargo, en los demás países si intentas hacerte más feliz, lo haces.
¿Por qué ocurría eso? Lo que descubrieron es que en los Estados Unidos, en general, si intentas ser más feliz, haces algo por ti mismo: compras algo, trabajas más duro para obtener un ascenso, te tratas a ti mismo, sea lo que sea. En los demás países, en general, si intentas hacerte más feliz haces algo por otra persona, tus amigos, tu familia o tu comunidad.
Me di cuenta de que durante mucho tiempo mi historia sobre la felicidad había estado equivocada. Cuando sentía angustia, la enfrentaba mediante algún logro individual: comprar algo para mí, hacer algo «impresionante» en el trabajo, alcanzar algún éxito externo. Y rara vez funcionó. Raramente me hacía más feliz. Ahora, cuando siento venir esos sentimientos (a veces los tengo), trato de hacer algo por otra persona. Puede ser tan simple como dejar mi teléfono en casa, visitar a alguien que me necesite y escucharle con atención.
En una sociedad donde la gente está tan sola, ser escuchada es un regalo increíble.
Y este simple cambio, de darme cuenta de que mi felicidad solo puede venir de aumentar la felicidad de los demás, ha tenido un fuerte efecto en mí. Es uno de los muchos cambios que hice en mi propia vida que describo en el libro.
Como cultura, nos hemos vuelto profundamente individualistas. Nos ha entrenado para buscar la felicidad en todos los lugares equivocados.
–¿Cree que estamos experimentando una crisis de valores? ¿Cómo nos predispone eso a la depresión?
–Durante miles de años los filósofos han dicho: «si crees que la vida se trata de dinero, estatus, de presumir… te sentirás como una mierda. Esa no es una cita exacta de Confucio, pero esa es la esencia de lo que dijo. Pero, extrañamente, nadie había probado esto científicamente hasta que un hombre increíble que conocí, el profesor Tim Kasser, lo hizo.
Su investigación sugiere ideas cruciales. Cuanto más pienses que la vida se trata de comprar cosas y de presumir de ellas ante otras personas, es muchísimo más probable que te deprimas y te sientas ansioso.Y como sociedad nos mueven más estas fuerzas.
Al principio esto parece bastante obvio. Todos los que están leyendo esto saben que no se acostarán en su lecho de muerte y pensarán en todos los «Me gusta» que obtuvieron en Instagram y en todos los zapatos que compraron. Pensarán en momentos de amor y conexión. Pero, como me dijo el profesor Kasser, vivimos en una máquina diseñada para hacernos descuidar lo importante de la vida. Nos bombardean constantemente con mensajes que nos dicen que busquemos la felicidad en todos los lugares equivocados.
–Usted afirma que la desconexión de un futuro esperanzador o seguro también nos lleva a la depresión. ¿Podrían aspectos como el cambio climático o la inestabilidad política dañar nuestra salud emocional?
–Esto va a un punto muy importante. Hay cosas que deberían hacernos sentir ansiosos y profundamente infelices. Como especie, actualmente estamos destruyendo los sistemas de vida del planeta. Es correcto estar ansioso. Deberíamos estar ansiosos. Solo una persona muy extraña no estaría ansiosa por eso. Por supuesto, no queremos quedar paralizados por esa ansiedad.
Necesitamos usar esa ansiedad para impulsarnos a luchar por el cambio.
–Su profesión, el periodismo, le permitió investigar sobre las causas reales de la depresión. La información que encontró fue tan relevante que cambió su vida. ¿Crees que algún día será posible que todo el público en general acceda a esta información?
–Absolutamente. Creo que, de algún modo, la gente ya siente que la explicación que se nos ha ofrecido para nuestras crecientes epidemias de depresión y ansiedad es demasiado simplista. La mayoría de las personas, al preguntarles: ‘¿La soledad causa depresión? ¿Ser inseguro financieramente causa depresión? ¿Ser maltratado de niño causa depresión? ¿Ser controlado y humillado en el trabajo causa depresión?’, por supuesto, responden que sí.
Pero cuando van al médico, con demasiada frecuencia, se les cuenta una historia muy simplista: que estos sentimientos profundos son solo el resultado de que algo está mal en sus cerebros, y todo lo que necesita hacer es tomar fármacos. Para ver las soluciones más profundas a la depresión y la ansiedad debemos pensar de manera diferente acerca de cuál es realmente nuestra depresión. Hay contribuciones biológicas muy reales a la depresión y la ansiedad. Pero si permitimos que la biología se convierta en la imagen completa, como lo hemos hecho durante tanto tiempo, incluyéndome a mí, eso implícitamente le dice a la gente: «tu dolor no significa nada». La biología es real, pero es parte de una imagen más grande.