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PSICOLOGÍA CLÍNICA EN VIÑA DEL MAR
En Chile, la muerte por suicidio de Pablo Leiva Inzunza, un estudiante de medicina de 27 años, ha sacudido a las facultades de salud y ha puesto de manifiesto un problema crítico: la salud mental de los estudiantes que se preparan para ingresar al exigente mundo de la medicina. Leiva, quien estaba en su etapa de internado en la Universidad de Valparaíso, fue encontrado sin vida el 31 de agosto, tras haber desaparecido el día anterior.
Su muerte ha generado una profunda reflexión sobre el estrés y el maltrato que sufren muchos jóvenes durante su formación clínica, un tema que trasciende las fronteras de Chile y afecta a estudiantes de medicina en diversas partes del mundo.
El internado es una fase esencial en la formación de los médicos, en la que los estudiantes aplican sus conocimientos bajo la supervisión de tutores en hospitales y centros de salud. Sin embargo, este proceso, en muchos casos, puede convertirse en una fuente constante de estrés y ansiedad. Según la familia de Pablo, el trato que recibió en sus prácticas minó profundamente su autoestima, al punto de que llegó a padecer convulsiones por la presión acumulada. El maltrato, disfrazado de docencia, llevó a Pablo a experimentar una angustia constante por no sentirse capaz, a pesar de su esfuerzo y dedicación.
La comunidad estudiantil de la Universidad de Valparaíso expresó su preocupación a través de un comunicado, destacando que «las prácticas clínicas son un lugar donde el maltrato se disfraza de docencia». Esta denuncia refleja una realidad que, aunque no es nueva, sigue afectando a generaciones de estudiantes. Las condiciones laborales extremas, la falta de descanso adecuado y el miedo al fracaso crean un ambiente hostil en el que los jóvenes se ven empujados al límite de sus capacidades emocionales y psicológicas.
El caso de Pablo Leiva no es aislado. En los últimos años, han surgido varios informes sobre el suicidio de estudiantes de medicina y profesionales de la salud, tanto en Chile como en otros países de América Latina y el mundo. En 2021, otro estudiante de la Universidad de Valparaíso, José Galasso, también se quitó la vida, lo que llevó a su madre a crear una fundación dedicada a sensibilizar sobre la importancia del bienestar en los entornos educativos. Asimismo, en marzo de 2023, Catalina Cayazaya, una estudiante chilena de Terapia Ocupacional, falleció por suicidio tras haber sido víctima de maltrato durante su internado.
Estos casos no son exclusivos de América Latina. En el Reino Unido, la British Medical Association (BMA) ha estado recopilando información sobre el acoso y la intimidación en el ámbito de la salud desde 2017. Un informe de 2019 reveló que el 59% de los estudiantes de medicina en ese país había presenciado actos de maltrato hacia sus compañeros, mientras que muchos confesaron sentirse emocionalmente destruidos por las experiencias vividas durante su formación.
El suicidio de Pablo Leiva ha reavivado el debate sobre la salud mental en los campos clínicos y la responsabilidad de las instituciones de salud y educativas para proteger a sus estudiantes. Si bien las universidades y los hospitales afirman contar con protocolos para denunciar situaciones de abuso o maltrato, los casos recientes sugieren que estos mecanismos no están funcionando como deberían. Andrés Román, psiquiatra e investigador en salud mental, afirma que “el maltrato en las prácticas profesionales obedece a una dinámica de poder que ha persistido en el tiempo, a pesar de las políticas implementadas”.
La autoestima de los estudiantes es uno de los pilares fundamentales para que puedan enfrentar las complejidades del trabajo en salud. Sin embargo, cuando se ven expuestos a situaciones de abuso y maltrato, esta confianza se erosiona, generando efectos devastadores en su bienestar mental y emocional.
La muerte de Pablo Leiva y otros estudiantes debe ser un punto de inflexión para las universidades, los hospitales y las autoridades gubernamentales. No es suficiente contar con protocolos y políticas si no se aplican de manera efectiva. Las instituciones deben comprometerse a generar espacios seguros y de apoyo para los estudiantes, donde la formación académica no se convierta en una fuente de sufrimiento.
Además, se requiere un cambio en la cultura institucional de los campos clínicos, donde el respeto y la empatía sean los valores fundamentales en la relación docente-estudiante. Es imperativo erradicar las prácticas abusivas que perpetúan el maltrato en la formación de futuros médicos y profesionales de la salud.
El llamado a la acción es claro: se necesita un esfuerzo coordinado para priorizar la salud mental de los estudiantes y garantizar que el camino hacia la excelencia académica no esté plagado de abuso, acoso o negligencia. Como bien lo expresaron los compañeros de Pablo, “el internado no puede seguir siendo algo que temer. Necesitamos hacer un cambio ahora, antes de que sea demasiado tarde”.
La salud mental en el ámbito de la formación clínica debe ser una prioridad para las instituciones de educación superior y salud. Los casos de suicidio de estudiantes como Pablo Leiva no pueden seguir ocurriendo sin que se tomen medidas preventivas concretas. Es fundamental que los futuros profesionales de la salud se formen en entornos que promuevan no solo su crecimiento académico, sino también su bienestar emocional, asegurando que estén preparados para enfrentar los desafíos de su profesión sin sacrificar su salud mental.
Psicóloga Clínica
+15 años de experiencia
Enfoque Psicoanlítico
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