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El impacto digital en nuestra salud mental
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Fernanda Gumucio

PSICOLOGÍA CLÍNICA EN VIÑA DEL MAR

Salud Mental

El impacto digital en nuestra Salud Mental.

Un análisis de los patrones de navegación y su efecto en el estado emocional y psicológico.

En Subjetivamente, nos interesa compartir con nuestros lectores las investigaciones más recientes que nos ayudan a entender el impacto de la tecnología en nuestra salud mental. En esta ocasión, exploramos el artículo «Web-browsing patterns reflect and shape mood and mental health«, publicado en la revista Nature por los investigadores Christopher A. Kelly y Tali Sharot.

El estudio pone de manifiesto cómo los patrones de navegación web no solo reflejan nuestras preferencias, sino que también pueden influir en nuestro estado de ánimo y bienestar emocional. A medida que pasamos más tiempo frente a las pantallas, nuestros clics, búsquedas y desplazamientos por la web podrían estar afectando nuestra salud mental de formas que aún no comprendemos completamente.

En Subjetivamente, buscamos mantenernos al tanto de las últimas investigaciones que nos permiten comprender mejor cómo la tecnología afecta nuestro bienestar emocional, y este artículo nos invita a reflexionar sobre el vínculo entre la navegación web y la salud mental.

Tabla de contenidos

Introducción

Hoy en día, pasamos una gran parte de nuestro tiempo en línea, navegando por diversas páginas web, buscando información, entreteniéndonos y conectándonos con otros. Pero, ¿qué tan influenciada está nuestra salud mental por lo que hacemos en internet? El artículo «Web-browsing patterns reflect and shape mood and mental health», publicado en Nature por los investigadores Christopher A. Kelly y Tali Sharot, analiza cómo nuestros hábitos de navegación pueden reflejar y, a su vez, afectar nuestro estado emocional y nuestra salud mental.

Este estudio pone de relieve una relación importante: nuestras actividades en línea no solo muestran cómo nos sentimos, sino que también pueden influir en cómo nos sentimos a lo largo del tiempo. Los investigadores descubrieron que lo que buscamos, cómo interactuamos con las páginas web y el tipo de contenido que consumimos podrían estar estrechamente ligados con nuestro bienestar emocional. Este hallazgo abre nuevas posibilidades sobre cómo entender y tratar los problemas de salud mental, usando incluso la tecnología que ya forma parte de nuestra vida diaria.

En este artículo, vamos a explorar qué nos dice este estudio sobre cómo los hábitos en línea pueden afectar nuestra salud mental y qué implicancias puede tener para prevenir o tratar problemas emocionales. A medida que analizamos los resultados de este trabajo, veremos cómo algo tan común como navegar por internet podría estar moldeando nuestras emociones y nuestro estado de ánimo de maneras que no imaginábamos.

El poder oculto de las etiquetas afectivas

Una de las ideas más interesantes que emergen de este estudio es la forma en que las «etiquetas emocionales» afectan nuestra manera de procesar la información mientras navegamos en línea. Estas etiquetas son, en esencia, el tono emocional con el que clasificamos y abordamos los contenidos que encontramos, ya sea positivo, negativo o neutral. En pocas palabras, lo que elegimos leer, ver o compartir en internet no es solo un reflejo de nuestros intereses, sino también de nuestro estado emocional.

Los investigadores encontraron que las personas tienden a interactuar con contenido que coincide con su estado de ánimo actual. Por ejemplo, si alguien está sintiendo ansiedad o tristeza, es más probable que busque información que confirme o intensifique esos sentimientos, como noticias negativas o historias alarmistas. Este comportamiento crea un ciclo en el que la navegación por contenido negativo refuerza el estado emocional negativo, lo que puede llevar a un mayor estrés o malestar mental.

Por el contrario, aquellos que se sienten emocionalmente equilibrados o felices tienden a buscar contenido que afirme esos sentimientos, como noticias inspiradoras o temas que les interesen positivamente. Sin embargo, no se trata solo de lo que se busca de manera intencional, sino también de cómo las plataformas y los algoritmos de recomendación influyen en estas decisiones. Al ser diseñadas para maximizar la interacción, las plataformas digitales tienden a sugerir contenido que resuena con nuestras emociones actuales, reforzando de manera indirecta nuestras etiquetas afectivas.

Este fenómeno no solo tiene implicaciones para el bienestar emocional individual, sino también para la salud mental a largo plazo. Cuanto más nos exponemos a ciertos tipos de contenido, más probable es que nuestra percepción de la realidad se vea distorsionada, creando patrones de pensamiento y comportamiento que pueden ser difíciles de romper. La clave está en cómo gestionamos el contenido que consumimos y ser conscientes de los efectos que puede tener en nuestro estado emocional.

El ciclo vicioso: La retroalimentación entre el contenido negativo y nuestra salud mental

Uno de los aspectos más preocupantes revelados por el estudio es cómo el contenido negativo en línea puede alimentar un ciclo vicioso que afecta nuestra salud mental. Cuando navegamos por internet, no solo elegimos qué información consumir, sino que los algoritmos de las plataformas hacen recomendaciones basadas en lo que ya hemos visto o interactuado, lo que puede hacer que estemos expuestos a contenido cada vez más negativo sin siquiera buscarlo.

Este proceso de retroalimentación comienza cuando alguien, por ejemplo, se siente ansioso o triste y empieza a buscar contenido relacionado con esos sentimientos. Al interactuar con material negativo, los algoritmos, que están diseñados para mantenernos enganchados, empiezan a mostrar más contenido similar, creando una burbuja informativa que refleja y amplifica el estado emocional negativo. Este contenido puede ser noticias alarmistas, publicaciones sensacionalistas o incluso comentarios y discusiones tóxicas en redes sociales, que refuerzan la sensación de estrés, inseguridad o tristeza.

Lo que ocurre es que el cerebro humano, al ser expuesto de manera repetida a contenido negativo, puede empezar a interpretar esa información como un reflejo de la realidad. La constante exposición a noticias perturbadoras o imágenes inquietantes puede generar una sensación de desesperanza o de estar fuera de control, afectando nuestra percepción de la vida cotidiana y nuestra salud emocional. Este ciclo vicioso no solo se limita a los momentos en que estamos navegando, sino que puede extenderse a nuestras interacciones fuera de línea, ya que los pensamientos y preocupaciones generados por el contenido consumido pueden invadir nuestra mente incluso cuando no estamos frente a una pantalla.

La clave para romper este ciclo radica en la toma de conciencia de cómo las emociones influyen en nuestras decisiones de consumo digital. Al estar más atentos al tipo de contenido que elegimos consumir y cómo nos hace sentir, podemos empezar a tomar decisiones más conscientes sobre lo que dejamos entrar en nuestra mente. Esto no significa eliminar por completo el contenido negativo, pero sí ser más selectivos y equilibrar nuestra exposición con material que fomente el bienestar emocional, la calma y la perspectiva positiva.

Reescribiendo nuestra relación con lo digital: ¿Es posible cambiar los patrones de navegación?

El estudio nos invita a reflexionar sobre una pregunta importante: ¿es posible cambiar nuestros patrones de navegación para proteger nuestra salud mental? Si bien los algoritmos que alimentan el contenido digital están diseñados para captar nuestra atención, tenemos el poder de modificar cómo interactuamos con ellos. La clave está en tomar control de nuestras decisiones y reconocer el impacto que el contenido tiene en nuestro estado emocional.

Una de las primeras estrategias para lograrlo es practicar una navegación más consciente. Esto implica ser más intencionales sobre lo que buscamos y lo que decidimos consumir. En lugar de seguir el flujo automático de sugerencias basadas en nuestro comportamiento anterior, podemos elegir activamente contenido que nos haga sentir mejor, que nos inspire o que promueva una visión más equilibrada de la realidad. Por ejemplo, buscar fuentes de noticias que ofrezcan una perspectiva más completa y no solo lo que resalta la alarma o el sensacionalismo, o seguir páginas en redes sociales que compartan mensajes positivos, educativos o de apoyo emocional.

Otra forma de modificar nuestros patrones es establecer límites claros en cuanto al tiempo que pasamos en internet y el tipo de contenido al que estamos expuestos. Esto puede implicar hacer pausas frecuentes en nuestra actividad digital o incluso usar herramientas tecnológicas que nos ayuden a gestionar el tiempo que dedicamos a redes sociales o a noticias. Existen aplicaciones que bloquean o limitan el acceso a ciertas plataformas en momentos específicos del día, permitiéndonos desconectar y dedicar tiempo a actividades que fomenten nuestra salud mental, como leer, hacer ejercicio o pasar tiempo con seres queridos.

Además, es importante cuestionar el papel de los algoritmos en nuestra vida digital. Aunque no podemos controlar completamente el contenido que nos llega, podemos ser más críticos con las plataformas que usamos. Muchas veces, lo que parece una recomendación “personalizada” en realidad está diseñada para maximizar el tiempo que pasamos frente a la pantalla, sin importar el impacto en nuestra salud mental. Al ser conscientes de este diseño, podemos tomar decisiones informadas sobre cómo interactuar con estas plataformas.

En resumen, cambiar nuestros patrones de navegación no es algo que suceda de la noche a la mañana, pero es un proceso que podemos comenzar a implementar de manera gradual. Al ser más selectivos, críticos y conscientes, podemos reescribir nuestra relación con lo digital, transformando nuestra experiencia en línea en una que favorezca nuestra salud mental en lugar de socavarla.

Implicancias a nivel social y personal: El futuro de la salud mental en el entorno digital

El estudio de Kelly y Sharot no solo plantea importantes preguntas sobre los efectos individuales de la navegación web, sino que también abre un debate más amplio sobre cómo las interacciones digitales están moldeando nuestra salud mental a nivel social. En un mundo cada vez más interconectado a través de dispositivos y plataformas en línea, las implicancias de nuestras elecciones digitales no se limitan a nuestra propia experiencia; tienen un impacto colectivo.

A nivel social, la forma en que consumimos información está cambiando nuestras interacciones, nuestra capacidad de conectarnos y nuestra visión de la realidad. Por ejemplo, los patrones de navegación influyen en cómo nos relacionamos con los demás y cómo percibimos el mundo que nos rodea. La exposición constante a contenidos negativos o polarizados no solo afecta nuestra salud mental individual, sino que también puede incrementar la desconfianza social y la fragmentación. Las discusiones se vuelven más intensas y, a menudo, más divisivas, ya que los usuarios de plataformas digitales se ven expuestos a un ciclo de retroalimentación que los polariza aún más.

En el plano personal, las personas pueden sentir una creciente sensación de ansiedad, estrés o aislamiento al verse atrapadas en este ciclo de consumo digital. La constante exposición a noticias alarmantes, imágenes sensacionalistas y opiniones polarizadas puede erosionar nuestra capacidad para pensar de manera objetiva y equilibrada, incluso puede llegar a tomar direcciones trágica, tal como lo expusimos en un artículo anterior sobre un adolescente terminó con su vida, por la influencia de un chatbot. Esto no solo afecta nuestra estabilidad emocional, sino también nuestra autoestima, ya que las redes sociales fomentan comparaciones constantes, creando expectativas poco realistas sobre la vida de los demás.

Sin embargo, también existen oportunidades para un futuro más positivo si tomamos conciencia de estos patrones y comenzamos a actuar de manera más reflexiva. Por ejemplo, desde un enfoque personal, podemos trabajar para desarrollar una relación más saludable con la tecnología, priorizando el autocuidado digital. Esto incluye ser conscientes de los contenidos que consumimos, cómo nos afectan emocionalmente y qué impacto tienen en nuestra percepción del mundo. A nivel social, es posible fomentar una cultura digital más saludable mediante la educación en el uso consciente de las redes sociales y la promoción de plataformas que prioricen el bienestar mental.

Mirando al futuro, el entorno digital puede ser una herramienta poderosa para el bienestar, si somos capaces de redirigir la forma en que interactuamos con él. Las plataformas y aplicaciones tienen el potencial de desempeñar un papel importante en la promoción de una mejor salud mental. Desde el diseño de contenidos más equilibrados hasta la integración de tecnologías que apoyen la meditación, la relajación y el bienestar, hay muchas formas en que el entorno digital podría evolucionar para ser un aliado, en lugar de un obstáculo, para nuestra salud emocional y social.

En conclusión, las implicancias de este estudio son claras: la forma en que navegamos en la web no solo influye en nuestro bienestar individual, sino que también tiene un impacto profundo en la salud mental colectiva. Al ser más conscientes de nuestros patrones de navegación y tomar decisiones más informadas y equilibradas, podemos ayudar a construir un futuro donde la tecnología sea una herramienta de apoyo, en lugar de una fuente de estrés y ansiedad.

Conclusión: El primer paso hacia una navegación más saludable

El estudio de Kelly y Sharot subraya un aspecto crucial de nuestra vida digital: nuestros hábitos de navegación no solo reflejan nuestro estado emocional, sino que también tienen el poder de influir en nuestra salud mental de manera significativa. La forma en que interactuamos con el contenido digital –ya sea positivo, negativo o neutral– puede crear ciclos que afectan nuestra estabilidad emocional, nuestra percepción del mundo y nuestras relaciones sociales. Este descubrimiento no solo nos invita a reflexionar sobre el impacto de nuestra vida en línea, sino también a tomar acción para modificar esos patrones de manera consciente.

El primer paso hacia una navegación más saludable es reconocer la influencia que tiene el contenido digital sobre nuestro bienestar. Es fundamental ser conscientes de cómo el consumo de información, especialmente de contenido negativo o emocionalmente cargado, puede alterar nuestro estado de ánimo. Al entender cómo estas interacciones afectan nuestra mente, podemos comenzar a tomar decisiones más informadas sobre lo que elegimos consumir.

A nivel personal, esto implica poner en práctica hábitos digitales más equilibrados, como la curaduría del contenido que seguimos, la reducción de la exposición a fuentes tóxicas y la creación de espacios digitales que fomenten el bienestar. Además, es crucial integrar pausas regulares para desconectar de las pantallas y reflexionar sobre el impacto de lo que hemos consumido.

A nivel social, el cambio de estos patrones puede promover una cultura digital más positiva y consciente. Las plataformas también tienen la responsabilidad de diseñar herramientas que fomenten interacciones más saludables, ofreciendo alternativas a la sobrecarga de información negativa y promoviendo contenido que apoye la salud mental de sus usuarios.

La tecnología, cuando se usa de manera reflexiva, tiene el potencial de ser un aliado en nuestra salud mental, proporcionando espacios para la educación, la relajación y el bienestar. El desafío es que, como sociedad, aprendamos a navegar en este mundo digital de manera más consciente y saludable, adoptando un enfoque proactivo para mejorar nuestra relación con la tecnología.

En resumen, el primer paso hacia una navegación más saludable comienza con la conciencia y la toma de decisiones informadas. Al cambiar la forma en que interactuamos con el contenido digital, podemos reducir los efectos negativos sobre nuestra salud mental y, al mismo tiempo, crear un entorno digital más positivo para todos.

fuente: Revista Nature.

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