En Chile, más de 1,4 millones de personas sospechan tener un problema de salud mental, pero no consultan a un especialista. Esta cifra, obtenida del último estudio del Termómetro de la Salud Mental en Chile, elaborado por la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS) y el Centro UC de Encuestas y Estudios Longitudinales, revela una brecha crítica entre la experiencia de malestar psicológico y su validación como un problema que requiere atención profesional.
Síntomas evidentes, pero sin demanda de ayuda
El estudio detectó que 2,4 millones de personas mayores de 18 años presentan síntomas compatibles con algún trastorno de salud mental. De este grupo, 1,4 millones declara no haber sentido la necesidad de consultar. Esto implica que viven con ansiedad, insomnio, tristeza persistente o agotamiento emocional sin identificar estas señales como indicadores de un trastorno psicológico.
Particularmente preocupante es el caso de quienes muestran síntomas de depresión: se estima que 1,9 millones de personas los presentan, pero 900 mil de ellas no reconocen que necesitan ayuda. Según David Bravo, director del CEEL, esto refleja una mezcla de desinformación, estigmas sociales y baja alfabetización en salud mental.
Más allá del acceso: el problema del no reconocimiento
Las barreras para acceder a atención no son únicamente estructurales. Aunque la mayoría de quienes desean consultar y no lo hacen (un 96,9%) indican razones económicas, de tiempo, transporte o cobertura médica, el problema más profundo radica en la percepción individual y social sobre la salud mental.
Daniela Campos, jefa técnica de Riesgos Psicosociales en ACHS, señala que muchas personas con síntomas relevantes temen ser estigmatizadas o simplemente no reconocen que lo que viven requiere ayuda. Es decir, no hay una demanda explícita porque no hay una comprensión suficiente del malestar como problema de salud.
Falta de información, educación y confianza en el sistema
Uno de los datos más reveladores del estudio es que el 37,6% de quienes no consultaron pese a necesitarlo no sabían dónde acudir, pensaban que el tratamiento no funcionaría o que la atención demoraría demasiado. Esto evidencia una baja alfabetización en salud mental, entendida no solo como desconocimiento de los síntomas, sino también como desconfianza en los recursos disponibles y en la efectividad de la intervención.
Además, el 50,3% cree que su problema se resolverá solo o que puede enfrentarlo sin ayuda profesional. Este tipo de razonamientos, si bien pueden parecer actos de autonomía, revelan una idea equivocada sobre los límites de lo que se puede manejar sin apoyo terapéutico. Para Bravo, este tipo de respuestas también son reflejo de la falta de información: “El problema es que muchas personas ni siquiera reconocen los síntomas”.
La paradoja: el tratamiento funciona, pero no se accede
Aunque el acceso a tratamiento sigue siendo limitado, quienes sí consultan reportan mejoras significativas. El 76,2% de las personas que reciben atención psicológica o psiquiátrica afirman que su situación mejoró, y más de la mitad señala una mejoría considerable. Además, el 86,8% se declara satisfecho con la atención recibida.
Estos datos desmontan mitos sobre la supuesta ineficacia del tratamiento psicológico y constituyen un argumento sólido para fortalecer la educación en salud mental. Como señala Campos, “buscar ayuda no es señal de debilidad, sino un acto de fortaleza y responsabilidad consigo mismo y con los demás”.
Una respuesta estructural y educativa
Ambos expertos coinciden en que la respuesta no puede depender exclusivamente de decisiones individuales. Se requieren cambios en la política pública que integren la salud mental en la atención primaria, amplíen la cobertura en Fonasa e Isapres, y fortalezcan la prevención desde los entornos educativos y laborales.
Desde la ACHS se han implementado iniciativas como la atención psicológica remota, el uso de telemedicina con arancel Fonasa nivel 1, y estrategias preventivas en empresas. Sin embargo, sin una política nacional robusta, estas soluciones seguirán siendo parciales.
La clave está en la prevención y la educación: fomentar el conocimiento sobre los síntomas, reducir el estigma, e instalar la idea de que el malestar emocional también es parte de lo que debe ser atendido por el sistema de salud.
Conclusión: el silencio también enferma
Mientras 1,4 millones de personas continúen experimentando síntomas sin saber que necesitan ayuda, la urgencia de intervenir sigue vigente. El reto está en cerrar la brecha entre el sentir y el saber: entre experimentar malestar psicológico y reconocer que merece ser atendido. Esta desconexión, silenciosa pero extendida, es uno de los desafíos más importantes que enfrenta la salud mental en Chile.