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Estrés

Definición, causas y tratamiento

Estrés

Definición, causas y tratamiento

¿Qué es el estrés?

La palabra «estrés» proviene del inglés stress, que a su vez deriva del latín stringere, que significa «apretar» o «tensar». Originalmente, el término se usaba en la física para describir la tensión ejercida sobre un material, pero fue adaptado al ámbito de la salud mental y emocional en el siglo XX gracias al trabajo del médico y fisiólogo austrohúngaro Hans Selye. En la década de 1930, Selye introdujo el concepto en la biología para explicar cómo los organismos responden a factores estresantes externos, estableciendo una base científica para entender lo que hoy llamamos «estrés».

Aunque el término «estrés» como tal no existía en épocas antiguas, las sensaciones y los efectos asociados a este fenómeno han acompañado a la humanidad desde siempre. En la medicina tradicional china, los estados de desequilibrio emocional se atribuían a la desarmonía del «chi» (energía vital), mientras que en la Grecia clásica, Hipócrates hablaba de cómo los cambios emocionales influían en los humores corporales, un antecedente de lo que hoy reconocemos como conexiones mente-cuerpo.

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Sin embargo, fue en el contexto de la Revolución Industrial y la modernidad cuando el estrés empezó a visibilizarse como una problemática central. Los ritmos de trabajo acelerados, las largas jornadas laborales y la creciente urbanización crearon un entorno propicio para la aparición de lo que entonces se llamaba «agotamiento nervioso» o «neurosis industrial». Durante las dos guerras mundiales, el término tomó relevancia en el ámbito militar para describir las reacciones psicológicas de los soldados bajo presión extrema, conocidas como «fatiga de combate». Esto marcó el inicio de una comprensión científica del estrés, que luego Selye consolidaría como un fenómeno universal en los seres vivos.

Hoy el estrés dejó de percibirse únicamente como un problema asociado a lo físico o a lo laboral, ampliándose su impacto al bienestar emocional y mental. Es una de las condiciones más estudiadas debido a su relación directa con trastornos como la ansiedad, la depresión y las enfermedades cardiovasculares.

El estrés es una respuesta natural y adaptativa del organismo frente a situaciones que percibimos como amenazantes o desafiantes. Esta reacción implica la activación de un complejo sistema biológico que incluye al sistema nervioso, el sistema endocrino y, en particular, el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal (HHA), liberando hormonas como el cortisol y la adrenalina. Aunque el estrés tiene la función evolutiva de prepararnos para afrontar peligros inmediatos, en el mundo moderno muchas veces se convierte en una carga crónica que afecta tanto nuestra salud física como mental.

Existen dos tipos principales de estrés: el estrés agudo y el estrés crónico. El primero es de corta duración y puede ser incluso beneficioso, mejorando el rendimiento y la capacidad de reacción. Por otro lado, el estrés crónico surge cuando las demandas del entorno superan nuestras capacidades de afrontamiento durante largos periodos, afectando negativamente nuestra calidad de vida.

Entender el estrés no solo implica analizar sus aspectos fisiológicos, sino también los sociales, psicológicos y culturales. Es decir, el estrés no es solo lo que sucede dentro de nuestro cuerpo, sino también cómo interpretamos y manejamos las presiones del entorno.

Causas del estrés: ¿Qué lo desencadena?

El estrés puede originarse a partir de una amplia variedad de factores que dependen tanto de circunstancias externas como de características individuales. Aunque cada persona tiene un nivel de tolerancia y formas particulares de afrontar las adversidades, existen detonantes comunes que se han identificado como principales causas del estrés en la actualidad.

1. Factores externos
Los eventos o situaciones externas que exceden nuestra capacidad de respuesta suelen ser las fuentes más comunes de estrés. Algunos de los más relevantes incluyen:

  • Laborales: Cargas de trabajo excesivas, plazos ajustados, conflictos interpersonales en el trabajo y la inseguridad laboral. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el burnout o síndrome de desgaste profesional es una de las manifestaciones más prevalentes del estrés relacionado con el ámbito laboral.
  • Económicos: Problemas financieros, deudas acumuladas y el costo creciente de la vida son factores de estrés importantes en países de América Latina, incluida Chile, donde la inflación y los salarios desiguales son preocupaciones constantes.
  • Relaciones interpersonales: Las tensiones en relaciones familiares, de pareja o sociales también generan altos niveles de estrés. En especial, los conflictos prolongados o la falta de apoyo emocional pueden ser factores altamente estresantes.
  • Eventos traumáticos: Pérdidas significativas, desastres naturales, violencia o enfermedades graves suelen activar respuestas intensas de estrés, a menudo relacionadas con el trastorno de estrés postraumático (TEPT).

2. Factores internos
No solo los eventos externos influyen; la forma en que interpretamos y enfrentamos las situaciones también juega un papel crucial. Entre los factores internos destacan:

  • Personalidad: Personas con rasgos perfeccionistas o una alta necesidad de control suelen ser más propensas al estrés.
  • Falta de habilidades de afrontamiento: La incapacidad de manejar adecuadamente los problemas cotidianos intensifica la sensación de agobio.
  • Estado emocional previo: Ansiedad, depresión o incluso una autoestima baja pueden predisponer a que un individuo experimente estrés con mayor frecuencia e intensidad.

En América Latina, y en particular en Chile, factores como la desigualdad social, la inestabilidad política y la presión por cumplir con expectativas culturales (como el éxito académico o profesional) también son detonantes significativos de estrés. Además, las demandas impuestas por la era digital, como la hiperconectividad y la cultura de la inmediatez, han generado nuevas formas de presión que afectan especialmente a las generaciones jóvenes.

El estrés, por lo tanto, no tiene una causa única. Es un fenómeno multifacético que surge de la interacción entre nuestra biología, nuestro entorno y nuestras experiencias.

Síntomas del estrés: Cómo reconocer sus señales

El estrés se manifiesta de maneras muy diversas, impactando no solo nuestra mente, sino también nuestro cuerpo y comportamientos cotidianos. Identificar sus síntomas a tiempo es fundamental para prevenir problemas mayores de salud física y mental.

1. Síntomas físicos
El cuerpo suele ser el primer indicador de que estamos bajo estrés. Los síntomas más comunes incluyen:

  • Dolores de cabeza: Una de las señales más frecuentes, muchas veces vinculada a tensión muscular en cuello y hombros.
  • Alteraciones gastrointestinales: Náuseas, dolor de estómago, diarrea o estreñimiento suelen aparecer como respuesta al estrés crónico.
  • Palpitaciones y presión arterial elevada: Estos síntomas reflejan la activación del sistema de «lucha o huida» mediada por el sistema nervioso simpático.
  • Cansancio crónico: Incluso con suficiente descanso, el cuerpo puede sentirse constantemente agotado.
  • Problemas para dormir: El insomnio o el sueño interrumpido son signos habituales de estrés prolongado.

2. Síntomas emocionales
El estrés también impacta fuertemente nuestras emociones, llevándonos a estados como:

  • Ansiedad: Una sensación constante de nerviosismo o preocupación.
  • Irritabilidad: Pequeños inconvenientes pueden generar reacciones desproporcionadas.
  • Tristeza o depresión: En casos de estrés prolongado, es común experimentar desmotivación o sentimientos de desesperanza.
  • Dificultad para concentrarse: La mente se siente saturada, afectando la capacidad de tomar decisiones o enfocarse en tareas.

3. Síntomas conductuales
El estrés también puede cambiar nuestros patrones de comportamiento. Algunos ejemplos incluyen:

  • Comer en exceso o pérdida del apetito: Dependiendo de la persona, el estrés puede desencadenar hábitos alimenticios poco saludables.
  • Aislamiento social: Las personas bajo estrés pueden evitar actividades sociales o familiares.
  • Incremento en el consumo de sustancias: El alcohol, el tabaco o incluso medicamentos se usan a menudo como una forma de «autotratamiento».
  • Hiperactividad o procrastinación: En algunos casos, el estrés puede llevar a hacer demasiado (por intentar recuperar el control) o a no hacer nada (por parálisis frente a las demandas).

4. Síntomas cognitivos
A nivel mental, el estrés suele presentarse como:

  • Pensamientos obsesivos: Una preocupación constante por problemas, sin solución aparente.
  • Olvidos frecuentes: Las personas bajo estrés suelen tener lapsos de memoria debido a la sobrecarga mental.
  • Pesimismo: Una visión negativa de las situaciones o el futuro.

Estos síntomas varían en intensidad y duración dependiendo de cada persona y de su capacidad para manejar el estrés. Identificarlos y entenderlos es el primer paso para tomar acción y buscar ayuda.

 

¿Sufres de algunos de estos síntomas?

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Tratamiento del estrés: Cómo recuperar el equilibrio

El tratamiento del estrés no es universal ni único, ya que depende de las causas, la intensidad y las características personales de cada individuo. Sin embargo, existen enfoques efectivos que combinan estrategias psicoterapéuticas, cambios en el estilo de vida y, en casos específicos, intervención médica. Aquí exploraremos las terapias más avanzadas, con un énfasis especial en aquellas que abordan las subjetividades y el mundo interno de las personas.

1. Psicoterapias centradas en las subjetividades
En las últimas décadas, las psicoterapias que abordan las experiencias internas, las relaciones interpersonales y la forma en que las personas dan significado a sus vidas han demostrado ser altamente efectivas para tratar el estrés crónico. Entre las más destacadas se encuentran:

  • Psicoanálisis relacional: Este enfoque explora cómo las relaciones significativas a lo largo de la vida influyen en la forma en que las personas manejan el estrés. A través de un diálogo profundo entre terapeuta y paciente, se identifican patrones relacionales disfuncionales que perpetúan el estrés y se trabaja en desarrollar formas más saludables de interacción y autorregulación emocional.

  • Terapia basada en la mentalización (MBT): Enfatiza la capacidad de las personas para entender los estados mentales propios y ajenos. Esta terapia ayuda a los pacientes a reconocer cómo sus pensamientos y emociones contribuyen al estrés, promoviendo una mayor flexibilidad psicológica y mejores habilidades para resolver conflictos.

  • Psicología sistémica y narrativa: En este enfoque, el estrés se analiza no solo como un fenómeno individual, sino como parte de un sistema más amplio, que incluye relaciones familiares, laborales y culturales. La psicoterapia narrativa, en particular, permite a las personas replantear las historias que cuentan sobre sí mismas y sus problemas, transformando las narrativas que generan sufrimiento en relatos más empoderadores.

2. Técnicas de reducción del estrés basadas en la atención plena (Mindfulness)
El mindfulness es una herramienta poderosa para manejar el estrés, ya que enseña a las personas a enfocarse en el momento presente sin juicio. Programas como el Mindfulness-Based Stress Reduction (MBSR) han demostrado ser eficaces para reducir los niveles de cortisol, mejorar el sueño y aumentar la resiliencia frente a situaciones difíciles.

3. Modificaciones en el estilo de vida
Aunque las intervenciones psicoterapéuticas son esenciales, complementarlas con cambios en el estilo de vida es clave para un manejo integral del estrés. Algunas recomendaciones incluyen:

  • Ejercicio físico regular: Actividades como yoga, caminatas o natación ayudan a liberar endorfinas y reducir la tensión física.
  • Nutrición equilibrada: Una dieta rica en alimentos naturales y baja en cafeína o azúcares refinados puede contribuir al equilibrio emocional.
  • Establecimiento de límites: Aprender a decir «no» a demandas excesivas y priorizar el autocuidado es fundamental para evitar el agotamiento.

4. Intervenciones médicas (en casos específicos)
Cuando el estrés ha generado trastornos más graves, como depresión o ansiedad clínica, el uso de medicamentos bajo supervisión médica puede ser necesario. Estos incluyen ansiolíticos, antidepresivos o incluso suplementos naturales, siempre como un apoyo temporal mientras se trabaja en las causas subyacentes del estrés.

Un enfoque integrado para cada persona
El tratamiento del estrés no se trata solo de eliminar síntomas, sino de ayudar a las personas a entenderse a sí mismas, redefinir sus prioridades y construir una vida más plena. Al abordar las subjetividades, las terapias centradas en el mundo interno permiten un cambio profundo y duradero, haciendo que el estrés deje de ser un obstáculo para convertirse en una oportunidad de crecimiento personal.

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