¿Qué es el trauma?
Cuando lo vivido no pudo ser enunciado

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¿Qué entendemos por trauma hoy?

Durante mucho tiempo, el trauma fue definido como un hecho externo y violento: un accidente, una catástrofe, una agresión. Sin embargo, la clínica contemporánea —y muy en especial la Terapia Basada en la Mentalización (MBT)— propone una comprensión más profunda.

Lo traumático no está dado sólo por la magnitud del evento, sino por la imposibilidad de narrarlo, pensarlo y compartirlo con otro. En palabras simples: el trauma no es únicamente lo que ocurrió, sino lo que no pudo ser hablado.

Peter Fonagy y Anthony Bateman, referentes en este enfoque, plantean que las experiencias dolorosas se transforman en trauma cuando el niño o el adulto queda solo frente a ellas, sin un otro confiable que ayude a darles sentido.

Cuando lo vivido queda sin palabras

Pensemos en Sofía, una niña de doce años que sufre burlas constantes en el colegio. Una tarde llega a su casa, aún llorando, y busca contárselo a su madre. Ella, agotada, le responde: “No exageres, tienes que ser fuerte”.

En ese instante, Sofía no solo experimenta el dolor del bullying, sino también el silencio forzado: la sensación de que no hay nadie dispuesto a escucharla y a poner en palabras lo ocurrido. Lo traumático no reside únicamente en las risas crueles de sus compañeros, sino en que su experiencia queda atrapada en un vacío relacional, sin posibilidad de mentalización.

Este patrón se repite a lo largo de la vida. Carlos, por ejemplo, un hombre de 34 años que creció en un hogar con un padre violento y una madre emocionalmente ausente, relata que cada vez que su pareja se enoja, lo invade la certeza de que será abandonado. Su reacción no responde tanto a la discusión presente, sino a la huella de aquellos años en que nunca pudo hablar del miedo que sentía. Lo que revive no es solo el recuerdo de la violencia, sino la imposibilidad de haber tenido un otro con quien pensarla.

La herida en la capacidad de mentalizar

En MBT se entiende que el trauma afecta la capacidad de mentalizar, es decir, de comprender nuestros propios estados mentales y los de los demás. Cuando esta capacidad se ve interrumpida, la persona queda atrapada en modos rígidos de funcionamiento:

En el modo equivalente psíquico, lo que se siente se percibe como verdad absoluta.

En el modo teleológico, sólo lo visible o tangible se considera real.

En el modo pretend, la persona se desconecta de lo que siente, como si nada pasara.

Mariana, de 27 años, lo ilustra bien. Llega a terapia contando que cada vez que alguien sube el tono de voz, siente que “se va a morir, que la odian y que no hay salida”. El recuerdo de las discusiones violentas de su infancia se activa en su cuerpo como si estuviera ocurriendo aquí y ahora. No puede diferenciar entre lo que siente y la realidad externa: ha caído en modo equivalente psíquico.

El lugar del terapeuta: ser el otro que faltó

Aquí aparece la importancia del rol terapéutico. Si el trauma se origina en la falta de un otro con quien pensar lo vivido, el terapeuta se convierte precisamente en ese otro que no estuvo.

En MBT, el terapeuta no busca explicar el trauma desde fuera ni ofrecer interpretaciones cerradas, sino crear un espacio donde paciente y terapeuta piensan juntos lo impensable. En el caso de Mariana, la intervención podría ser algo como: “Parece que cuando alguien alza la voz, se hace muy difícil imaginar qué está sintiendo esa persona. ¿Podemos explorarlo juntos?”. Esta invitación abre la posibilidad de mentalizar una experiencia que hasta entonces era abrumadora y solitaria.

La terapia, entonces, no borra lo ocurrido. Lo que hace es transformar la relación con la experiencia: de un recuerdo fragmentado y doloroso, a una narrativa compartida e integrada.

Subjetivamente: un espacio para volver a pensar lo innombrable

En Subjetivamente, Centro de Psicología Clínica en Viña del Mar y online, trabajamos desde esta comprensión contemporánea del trauma. Sabemos que lo que hiere no es sólo el evento vivido, sino la imposibilidad de haberlo pensado acompañado.

Por eso, nuestras terapeutas —Fernanda Gumucio, especialista en enfoques relacionales y trauma de apego, y Anika de Nordenflycht, con amplia experiencia en terapia individual y grupal— ofrecen espacios seguros para que lo que alguna vez no pudo decirse, hoy pueda ser hablado, compartido y finalmente mentalizado.

Conclusión

El trauma no es simplemente lo que pasó. Es lo que no pudo ser hablado, lo que quedó sin palabras y sin compañía. Su huella se manifiesta en la vida adulta en forma de miedos, certezas rígidas o desconexión emocional.

La terapia, en este contexto, se convierte en el escenario donde por fin aparece un otro confiable: alguien que acompaña, escucha y mentaliza junto al paciente. Como recuerda Fonagy (2021), “el trauma se cura en la intersubjetividad”.

Y esa es, en definitiva, la tarea terapéutica: ofrecer un espacio donde lo innombrable pueda ser pensado, y donde las heridas de la soledad puedan transformarse en historias compartidas.

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