Cada 30 de noviembre se recuerda el Día Internacional de la Lucha contra los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA). La fecha no busca sumar una conmemoración más al calendario, sino subrayar un problema de salud pública que continúa subestimado en Chile. La magnitud de los TCA exige políticas sostenidas, educación basada en evidencia, financiamiento adecuado y un cambio cultural que permita comprender la realidad de quienes viven estas condiciones.

Un problema complejo que aún se minimiza

Los trastornos de la conducta alimentaria son enfermedades de salud mental con una de las tasas de mortalidad más altas dentro de los diagnósticos psiquiátricos. A pesar de ello, persisten explicaciones reduccionistas que atribuyen estas experiencias a “falta de voluntad” o a una simple “mejora en los hábitos”. Estas interpretaciones no reconocen la complejidad del problema y reproducen estigma, afectando directamente la posibilidad de acceso a un tratamiento oportuno.

Los TCA pueden afectar a personas de cualquier edad, género, peso o contexto social. No son exclusivos de adolescentes ni de cuerpos extremadamente delgados. Hoy se observan con mayor claridad en mujeres adultas, en hombres que comienzan a consultar con más frecuencia, en personas trans y no binarias, y en niñas, niños y adolescentes de menos de 12 años, un grupo donde la incidencia ha aumentado de forma preocupante.

El aumento de los TCA en Chile

A nivel internacional, se estima que alrededor del 9% de la población podría desarrollar un TCA en algún momento de su vida. En Chile, los diagnósticos han crecido durante la última década y se intensificaron después de la pandemia. Esto no representa solo un alza estadística: implica un incremento de experiencias de sufrimiento que suelen pasar desapercibidas incluso para el entorno cercano.

Factores múltiples, no una sola causa

Los trastornos de la conducta alimentaria no se explican por una única razón. Son condiciones multicausales donde intervienen factores genéticos, ambientales, biográficos, traumáticos y neuropsicológicos. También influyen presiones estéticas, discriminación por peso, bullying, pobreza, violencia y una cultura de dietas que valora la restricción como sinónimo de disciplina.

El entorno refuerza mensajes que normalizan “aguantar el hambre” o celebrar el descenso rápido de peso, generando un escenario que facilita la instalación de conductas de riesgo y el desarrollo de TCA.

La prevención como responsabilidad del Estado

En Chile, la prevención sigue dependiendo de esfuerzos aislados. Para abordar los TCA como un problema de salud pública se requiere una estrategia nacional que incluya educación sobre diversidad corporal, formación de profesionales en enfoques actualizados, regulación de publicidad engañosa y acceso efectivo a salud mental. Prevenir también implica revisar prácticas sociales cotidianas, como felicitar automáticamente la pérdida de peso sin conocer la historia detrás.

Modelos de tratamiento que necesitan actualización

Muchos enfoques terapéuticos continúan centrados en el peso como indicador principal de recuperación. Sin embargo, alcanzar un “peso mínimo” no implica que la persona esté realmente recuperada. En la práctica clínica se observan casos en los que, tras cumplir este objetivo, emergen otros síntomas como atracones, purgas o conductas compensatorias.

En este contexto, el enfoque HAES (Salud en Todas las Tallas) propone un cambio relevante. Este modelo reconoce la diversidad corporal, evita intervenciones restrictivas y favorece una relación más estable con la comida y el propio cuerpo. La evidencia muestra que reduce recaídas y mejora la adherencia a largo plazo.

Un llamado a la responsabilidad colectiva

La conmemoración del 30 de noviembre recuerda que los trastornos de la conducta alimentaria son un problema real, frecuente y poco visibilizado. No basta con buenas intenciones: se necesitan políticas públicas, financiamiento adecuado, profesionales capacitados y una sociedad que deje de asociar salud exclusivamente con delgadez.

Es también un momento para quienes están viviendo un TCA: no es un fallo personal ni un problema que se resuelve con fuerza de voluntad. La recuperación es posible cuando existen acompañamiento profesional, entornos seguros y un enfoque terapéutico que respete la experiencia singular de cada persona.

Mientras Chile siga sosteniendo un modelo que privilegia la apariencia física por sobre el bienestar, los trastornos de la conducta alimentaria seguirán creciendo. Abordarlos es un desafío urgente y una responsabilidad colectiva.