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Desde 2003, cada 10 de septiembre se conmemora el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, una iniciativa de la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio (IASP) junto a la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esta fecha busca visibilizar un fenómeno complejo y doloroso, que muchas veces se vive en silencio: el suicidio.
Cada año, más de 800.000 personas mueren por suicidio en el mundo, lo que equivale a una muerte cada 40 segundos. La mayoría de estos casos se vinculan a condiciones prevenibles si se identifican a tiempo. Sin embargo, más allá de los números, detrás de cada muerte hay una historia no dicha, un sufrimiento no compartido, una conexión que quizás no llegó a tiempo.
Durante todo septiembre se impulsa la campaña internacional Septiembre Amarillo, que utiliza el color amarillo como símbolo de vida, esperanza y prevención. Su origen se remonta a 1994, cuando Mike Emme, un joven estadounidense apasionado por los autos, se quitó la vida a los 17 años. Era conocido por haber restaurado un Mustang amarillo de 1968. Tras su muerte, sus padres y amigos distribuyeron cintas amarillas con un mensaje directo:
“Por favor, no te suicides. Pide ayuda”.
Ese gesto espontáneo se convirtió en un símbolo mundial. La cinta amarilla nos recuerda que el suicidio no es un acto repentino, sino muchas veces el desenlace de un dolor acumulado, que puede y debe ser atendido.
El suicidio es hoy una de las principales causas de muerte en jóvenes de 15 a 29 años en el mundo. En Chile, las cifras son igualmente alarmantes: los grupos más afectados son jóvenes entre 20 y 24 años y adultos entre 45 y 59.
Diversos factores se combinan: cuadros depresivos, trastornos de ansiedad, consumo problemático de alcohol y drogas, experiencias de abuso o trauma, desempleo, pobreza, aislamiento afectivo, y la presión constante por «estar bien» en una cultura que minimiza el malestar.
La depresión, por ejemplo, está presente en más del 50% de los casos de suicidio. Y si bien es una condición grave, es tratable: con intervención psicoterapéutica y, en algunos casos, medicación, la mayoría de las personas se recupera en un periodo de tres a seis meses. La atención temprana es clave, pero para llegar a ella, es necesario que exista información, espacios seguros y la posibilidad de hablar sin juicio.
Uno de los mitos más dañinos sobre el suicidio es creer que “quien lo dice, no lo hace”. La evidencia muestra lo contrario: muchas personas que intentan suicidarse han dado señales previas, a menudo indirectas, pero detectables si aprendemos a mirar y escuchar. Expresiones como
“no quiero seguir así”, “me siento una carga” o “ojalá no despertara”no deben tomarse a la ligera.
El suicidio no es solo un problema individual. Es también un fenómeno relacional y social. Vivimos en sociedades donde muchas personas sienten que su dolor no tiene lugar, que deben funcionar a toda costa, y donde pedir ayuda aún se asocia con debilidad. Necesitamos romper con esa lógica. La prevención del suicidio requiere de un enfoque multifactorial: educación emocional, políticas públicas de salud mental, redes de apoyo comunitarias y acceso oportuno a atención psicológica.
En países como Chile, los determinantes sociales también juegan un rol central: la desigualdad, la falta de acceso equitativo a salud mental, la precariedad laboral y la discriminación son factores que incrementan el riesgo. Sin embargo, también existe una enorme resiliencia comunitaria que puede y debe ser fortalecida. La familia, las redes afectivas, las escuelas, los territorios, tienen un papel clave en la prevención. No se trata solo de profesionales, sino de todos nosotros.
Prevenir el suicidio no es evitar la muerte. Es promover la vida: crear espacios donde las personas puedan hablar de lo que sienten, sin miedo ni vergüenza. Donde el malestar psíquico no se oculte detrás de una sonrisa o del silencio. Donde el cuidado emocional no sea un privilegio, sino un derecho.
Pedir ayuda no es un signo de debilidad, sino un acto de valentía. Si tú o alguien cercano está atravesando un momento difícil, no esperes a tocar fondo. Hablar a tiempo puede cambiar el curso de una vida.
Contamos con un equipo de psicólogos y psicólogas especializados en salud mental, prevención del suicidio, trauma, crisis vitales y acompañamiento terapéutico. Podemos ayudarte a ti o a alguien que lo necesite.
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Psicóloga Clínica
+15 años de experiencia
Enfoque Psicoanlítico
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