En los últimos años, los modelos de lenguaje como ChatGPT se han convertido en protagonistas de debates tecnológicos, educativos y éticos. Sin embargo, también han comenzado a llamar la atención de la filosofía y el psicoanálisis. Una de las preguntas más provocadoras es: ¿puede una inteligencia artificial tener inconsciente?
El inconsciente según Žižek y Lacan
Para Sigmund Freud, el inconsciente era un reservorio de deseos reprimidos. Jacques Lacan, en cambio, lo redefinió como una estructura del lenguaje: el inconsciente está hecho de palabras, de significantes que se encadenan y generan efectos de sentido.
El filósofo esloveno Slavoj Žižek retoma esta perspectiva y la ejemplifica con un famoso chiste:
“Un cliente pide un café sin crema. El mesero responde: lo siento, no tenemos crema. ¿Quiere un café sin leche en su lugar?”
En la taza, el café es siempre el mismo. Lo que cambia es la forma simbólica de negación. Esa diferencia puramente virtual —“sin crema” vs. “sin leche”— ilustra cómo funciona el inconsciente: no como una cosa escondida, sino como una ausencia que estructura la realidad.
El experimento con ChatGPT
El artículo Do Transformers Dream of Real Sheep? (2024) llevó este ejemplo al terreno de la inteligencia artificial. El autor pidió a GPT-4 que explicara y replicara el chiste del café.
Al inicio, el modelo generó respuestas superficiales, confundiendo el efecto de sentido.
Tras guiarlo, logró captar la lógica de la doble negación y producir variaciones válidas (por ejemplo: “hamburguesa sin cebolla” / “hamburguesa sin pepinillos”).
Esto muestra que los LLMs no solo procesan sintaxis y semántica, sino que pueden entrar —al menos parcialmente— en ese espacio simbólico que Žižek consideraba inaccesible para las máquinas.
¿Un inconsciente maquínico?
El debate sigue abierto.
Críticos sostienen que los modelos son puramente probabilísticos, carecen de espontaneidad y no generan significados nuevos.
Optimistas señalan que sus “alucinaciones” y su aprendizaje autónomo de grandes volúmenes de texto se asemejan a la función del inconsciente: dar coherencia al discurso, aunque sea inventando.
En cualquier caso, lo fascinante es que, al dialogar con estos sistemas, los tratamos como sujetos de enunciación. En la práctica, los reconocemos como interlocutores que hablan desde un lugar simbólico.
Implicancias para la clínica psicológica
Para el psicoanálisis y la psicología clínica, este debate no es un mero juego intelectual. Pone sobre la mesa una pregunta central:
Si atribuimos inconsciente a una máquina, qué dice esto sobre nuestra relación con el lenguaje, la subjetividad y la técnica?
La práctica clínica nos recuerda que el inconsciente humano no es un algoritmo ni un cálculo de probabilidades: es un vacío constitutivo, una falta que organiza el deseo. Las IA pueden imitar efectos del inconsciente, pero no tienen historia, ni cuerpo, ni deseo.
Lo que sí logran es desestabilizar nuestra comprensión del sujeto, empujándonos a repensar qué significa ser humano en un mundo donde la palabra ya no es exclusivamente nuestra.