Este texto fue escrito por Fernanda Gumucio, psicóloga clínica en Viña del Mar y especialista en Terapia Basada en la Mentalización (MBT). Su trabajo se centra en el acompañamiento de jóvenes y adultos que enfrentan experiencias de angustia, desregulación emocional y fallas vinculares, especialmente en contextos donde la salud mental en la universidad queda desbordada por la demanda y la falta de soporte institucional.
Cuando no hubo lugar
Clínica de una espera que no contiene en la salud mental en la universidad
La salud mental en la universidad se ha convertido en un tema central, especialmente cuando los estudiantes enfrentan situaciones de angustia intensa sin acceso oportuno a apoyo psicológico. La escena es clara. Un grupo de estudiantes, con síntomas agudos y uno de ellos con tres intentos suicidas previos, solicita atención. Les informan que deben esperar meses.
La angustia no cabe en esa espera. Se marchan. Semanas después, uno de esos estudiantes se suicida. Entonces se abren cupos para los demás.
Este hecho no necesita explicación, pero obliga a pensar. Interroga las condiciones actuales del lazo social y muestra cómo, en muchos contextos, la salud mental en la universidad queda subordinada a criterios administrativos. ¿Qué permite que el sufrimiento de un joven se vuelva invisible hasta que ya no hay retorno? ¿Cómo emergen instituciones que solo reaccionan cuando aparece el cuerpo caído, y no cuando la palabra pide lugar?
Pedir ayuda es un acto simbólico. Cuando la institución responde con espera o silencio, el mensaje implícito es que ese dolor no tiene espacio. La espera puede transformarse en una forma silenciosa de expulsión y profundizar el desamparo.
Falla vincular y desamparo en la salud mental en la universidad
El suicidio no aparece de manera súbita. Es un proceso que suele estar precedido por señales, gestos y pedidos no escuchados. Es la historia de un no-ver y de la ausencia de un otro psíquico capaz de funcionar como interlocutor. También es la expresión de un lazo social que dejó de sostener.
La universidad podría operar como ese otro simbólico. Podría ofrecer un espacio que contenga y que no retroceda ante el dolor. Pero cuando se transforma en una estructura administrativa que ordena el sufrimiento en listas de espera, la salud mental en la universidad se debilita de forma crítica. El estudiante queda solo, sin eco y sin sostén.
Años después, uno de esos jóvenes llega a consulta. Es el amigo que sobrevivió. El que pidió ayuda y no la obtuvo. Carga con la experiencia congelada de esa espera, con la pregunta que nunca se formuló y con un duelo que no pudo elaborarse. Hoy vuelve con ideación suicida activa, llevando consigo la marca de lo que no se escuchó a tiempo.
Estudiantes que llegan sin redes: una constante en la salud mental en la universidad
La quinta región concentra una gran población estudiantil que llega desde distintas zonas del país. Muchos viven solos por primera vez. Llegan sin redes afectivas ni marcos internos que les permitan nombrar lo que sienten. Entran en sistemas universitarios que exigen sin preguntar y que solicitan hábitos que, en muchos casos, aún no existen: de estudio, de descanso, de cuidado.
En este contexto, el espacio terapéutico se vuelve un lugar mínimo pero decisivo. Para muchos, es el único punto donde el caos puede organizarse. La salud mental en la universidad depende, en gran medida, de estos espacios alternativos de sostén que reemplazan lo que la institución no alcanza a cubrir.
Esta precariedad vincular puede comprenderse desde el concepto de holding de Winnicott (1960): el sostén emocional necesario para integrar la experiencia y construir un sentido de sí. Cuando ese entorno no existe, el sufrimiento queda expuesto, sin traducción posible. El malestar se expresa en el cuerpo, en impulsos o en silencios que no encuentran forma.
La falla no se limita al dispositivo terapéutico ausente. Es una falla del lazo social. Ese lazo que debería ofrecer, desde el inicio, una red de significación capaz de contener el primer gesto de desborde.
Sostener antes de intervenir
La función clínica en la salud mental en la universidad
¿Qué se hace con ese sufrimiento? No se normaliza ni se corrige. Se aloja. Se piensa junto al otro. Se acompaña en el tiempo. Antes de cualquier técnica o protocolo, lo esencial es construir una presencia que no retroceda ante lo que no tiene forma.
La clínica no trabaja con certezas ni soluciones inmediatas. Como propone Bleichmar (2005), la función terapéutica muchas veces consiste en sostener la pregunta antes que precipitar la respuesta. Se trata de alojar el sufrimiento allí donde ha sido desplazado.
La psicoterapia no promete extirpar el dolor. Abre un espacio. Acompaña. Traduce lo informe cuando es posible. Permite que algo del caos encuentre forma antes de transformarse en acto.
Tal vez el joven que alguna vez pidió ayuda y fue devuelto a la espera regrese hoy con la esperanza de que, esta vez, sí exista un lugar. Y que este lugar no dependa del colapso, sino de la posibilidad de ser escuchado desde el primer gesto.
Referencias
Bleichmar, S. (2005). La fundación del inconsciente: clínica psicoanalítica y neuronas espejo. Gedisa.
Winnicott, D. W. (1960). The Theory of the Parent-Infant Relationship. International Journal of Psychoanalysis, 41, 585–595.





